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[Bandfic] Consunción [1/?]

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1[Bandfic] Consunción [1/?]  Empty [Bandfic] Consunción [1/?] Miér 22 Ago 2012, 11:42 pm

Princesa Durazno

Princesa Durazno
Admin

  • Título: Consunción
  • Género: AU. Drama. Romance. Supernatural. Tragedia.
  • Parejas: KrisXiuHan, KaiHunHan, KrisYeol, SuSoo sugerido y posiblemente otras.
  • Número de palabras: 2730+
  • Descripción: Cuando el tiempo no es nada y es, a la vez, todo, el amor, la lujuria, la belleza, la vida y la muerte cobran un significado completamente distinto. Minseok, Lu Han y Wu Fan son tres vampiros jóvenes que apenas empiezan a entender el peso de su eternidad y sus relaciones entre ellos y con los "no-vampiros" los hace cada vez más conscientes de su nueva naturaleza y lo que ésta implica.


  • Título del capítulo: Inalterable
  • Número del capítulo: 1
  • Número de palabras: 2730 palabras


Desde el escritorio en el estudio del segundo piso puede escucharlos perfectamente. El sillón cruje, rechina y se queja casi tanto como Lu Han gimotea, jadea y asegura romperse en un tono que suena demasiado divertido como para tomar en serio y que sólo hace que el menor de los tres en la enorme casa se enoje y castigue al sillón debajo de los dos.

Lu Han lo provoca, o así le parece a Minseok, así ha sido desde el primer día que lo llevó a otra de sus casas, donde ya no viven desde hace un buen rato. La verdad, si sale y los ve es más por costumbre que porque algo le provoquen ahora, le parece la misma escena y es como cualquier otro porno que en su repetición deja de surgir efecto.

Kris, como ahora se hace llamar pero que él conoce como Wu Fan, se sigue dejando arrastrar por Lu Han a ese hoyo negro que puede ser su deseo, su capricho... y él sólo sonríe porque lo cierto es que el menor tiene mejores pretextos de los que, en su momento, tuvo él para dejarle hacer de su voluntad lo que deseara.

Es el peso de la sangre, del linaje, el que lleva a Wu Fan a olvidarse de todo cuando Lu Han se le presenta, que puede más que el amor, el odio o la costumbre, que puede más que cualquier cosa y hace que la desesperación por abrirle la camisa y bajarle los pantalones a su creador, que es a su vez criatura de Minseok, sea siempre legítima, real. No se inmutan a sus pasos que bajan lentos por las escaleras, quizás ni los escuchan sobre el sonido del sillón o el palpitar de la sangre ajena en sus oídos, de las venas que siempre llaman al otro, invitándolo. Es la sangre.

Escucha los gruñidos y bufidos de Wu Fan que rayan con lo animal y lo hacen sonreír mientras lo ve entrar y salir del cuerpo más pequeño que, bajo la enorme figura del más alto, parecería desvalido, frágil y, efectivamente, a punto de romperse, suplicante en cada uno de los rasguños que Lu Han dibuja en la espalda de quien podría fácilmente pasar por su atacante, marcas rojizas, a veces sangrantes, que hacen al más alto gemir con más fuerza, penetrarlo con más saña, aunque las marcas se desvanezcan más rápido que figuras echas con gotitas de agua contra la piel.

Cuando llega al antepenúltimo escalón, se detiene, les da espacio y aprecia la escena como si se tratara de una novela, de un cuadro en la pared, de un documental sobre rituales de apareamiento que ya ha visto muchas veces, con curiosidad, pero escasa admiración, buscando sólo los nuevos detalles, algo, lo que sea, que no haya visto antes.

Ve el trasero de Lu Han marcado por el sillón, enrojecido, tal como las rodillas raspadas de Wu Fan, escucha el choque de piel contra piel y en su cabeza graba los detalles de carne con carne amoldándose una a otra. Lu Han es tan bonito como muñeca de porcelana y parecería que un mal movimiento podría romperlo, que es delicado… Pero no es porcelana, es carne y como carne se ablanda ante la brutalidad al grado de pedirla, de exigirla, de balbucear con apenas aliento por más fuerza, por más rapidez y el menor es ciego a su hechizo momentáneo y todo se lo da. Se recarga en el descansabrazos del sillón y el moderno diseño de éste, que no está hecho para esos menesteres, sede, se dobla y no es hasta entonces que de los labios del mismo Minseok se escucha un jadeo de sorpresa, de queja que reprime casi al instante.

Lu Han sonríe complacido, pero Wu Fan ni se inmuta, sus ojos están atiborrados de lo que a él le parecen un montón de sensaciones desagradables, de una rabia apenas contenida, de ansiedad, de desesperación, de odio que se topa, siempre, con esa sonrisa gustosa y triunfal de los labios rosados y bonitos que ahora le dirigen a él, espectador, su media sonrisa.

“Quiébralo”, se encuentra pensando, porque la afrenta es enorme en ese momento y Wu Fan parece pensarlo también, porque la acción que había aplazado tanto llega de golpe y como víbora que, tras mantenerse tensa y alerta, da una sola mordida letal.

Y es tan fuerte…

El cuello de Lu Han, largo y evidentemente masculino por su manzana de Adán, se curva preciosamente cuando el menor lo obliga a echar la cabeza hacia atrás y de pronto tiene contra éste los dientes y los labios. No necesita de mucha imaginación, pues conoce la sensación, el pinchazo inicial que rompe la piel y llega hasta la yugular, luego la sensación de estar siendo llenado de endorfinas, el efecto analgésico y la hermosa sensación de bienestar que le parece sólo comparable al orgasmo… al orgasmo prolongado que acaba sólo cuando el vampiro decide retirar los colmillos...

Lu Han engarruña hasta los dedos de los pies y es como si se viniera en ese mismísimo instante, no grita, no hay cómo, con una boca pegada a la garganta tragándole sangre y no permitiéndole tener un solo pensamiento coherentemente estructurado. Ve los dedos pálidos emblanquecer al apretar con tanta fuerza los brazos del otro, ve sus piernas enrolladas en la cadera ajena y sus pantorrillas y talones tratando de jalarlo más hacía a él. La inversión de papeles. La desesperación y el hambre con el que Wu Fan se llena la boca y gime contra la piel dejando escapar rastros de rojo que terminan en el sillón y su cuerpo que no deja de moverse entre las piernas que lo abrazan.

Las embestidas son fuertes, puede verlo, y las últimas carecen de ritmo. Las nalgas de Wu Fan se tensan después de sólo tres de ellas, la pausa y luego otro par de estocadas que le parecen una señal clara de su clímax mientras resopla por la nariz.

Todo se detiene por un momento y nada más que el sonido de la respiración de cada uno es claro. Luego, se rompe el silencio con un quejido de Lu Han cuando Wu Fan le saca los colmillos del cuello para separarse de él, con una mano apoyada en el respaldo y otra en el pecho de quien se encuentra aún debajo de él. No quiere que Lu Han se levante acompañándolo, lo prefiere pegado al sillón el tiempo suficiente para salirse de él, para poder separarse por completo.

Su atención se va a esa piel pálida por la pérdida de sangre, se concentra en como poco a poco recupera su tono natural, su imagen sana. Las heridas de su cuello se cierran casi al instante, sin dar tiempo al cuerpo de dejarle cicatrices. No es hasta que Wu Fan se para que nota como Lu Han lo ve con esa expresión de inmenso dolor, de sufrimiento que en su rostro se ve angelical y que a Minseok le parte el alma cada vez. Que no dura, porque Lu Han sonríe y lo deja alejarse, recostándose sólo medianamente obediente porque ha conseguido que Wu Fan se sienta mal por “abandonarlo”.

Wu Fan no lo aceptaría así, pero los tres saben que es fácil manipularlo desde ese vestigio de sentimientos que a veces niega tener por su creador.

No pasa a más, porque Wu Fan no lo permite al irse a otro de los asientos, luego de subirse el pantalón que ni siquiera se había molestado en quitarse por completo. Lu Han se entretiene en su puesto, recogiendo con los dedos rastros de su propios semen infértil y lamiéndoselos hasta dejarlos limpios de nuevo… y Minseok sabe que ese pequeño espectáculo es más para él que para el menor.

No dice nada hasta acortar la distancia que le queda de ellos y poder acariciar una de las pantorrillas de el que tiene una cara tan angelical que logra hacerle olvidar su verdadera naturaleza mientras el tercero en la sala los ignora, empezando a dormitar casi al instante en el sofá.

—No les haría mal si alguna vez lo intentarán en una cama… los muebles se los agradecerían.

Sonríe de lado y Wu Fan sólo exhala un sonido que intenta ser un inicio de risa pero que no llega a ella. Lo cierto es que odia que los dos menores rompan cosas o lastimen los muebles que, aunque pueden seguir adquiriendo con facilidad, no le gusta desechar solo porque sí. Éstos le gustaban y él los había elegido. Tal vez, piensa, el más alto puede detectar su enojo y, con esa misma facilidad, ignorarlo.

La pierna de Lu Han moviéndose para acariciar su antebrazo interrumpe sus pensamientos y lo hace volver su atención a él que se incorpora para abrazarlo por el brazo y hacerlo sonreír.

—Otra vez nos dejaste jugando solos, empezaré a pensar que ya no te gustamos.

—Me gustan —ríe bajo y breve—. Me gustan como a cualquiera le gusta ver a dos gatitos jugar.

Su respuesta no parece satisfacer a Lu Han, pero le resta importancia con una sonrisa un tanto condescendiente. Antes de hablar de nuevo, da un último vistazo a Wu Fan que nunca pierde el tiempo cuando se trata de dormir.

—Vamos arriba, necesitas lavarte.

Minseok toma del brazo a Lu Han y lo guía por las escaleras como si lo necesitara. No parece importarle que él se muestre desnudo por el lugar que les pertenece a todos por igual, le molesta, sí, pensar que el piso pueda ensuciarse, pero prefiere dudar que eso vaya a pasar mientras lo lleva a su propia alcoba en silencio.

Cierra la puerta detrás de él y se mete con el menor al baño y, casi al instante, lo tiene sobre su cuello, no con la amenaza de mordida, sino que esparce pequeños besos mientras busca convencerlo de dejarlo quitarle la ropa también.

—Te extraño —le susurra al oído con la voz que reconoce como la que quiere asegurarle que le desea, que quiere que lo posea, que lo muerda… o morderlo, no importa.

Le acaricia los hombros tratando de agotar su autocontrol al tiempo que él se encarga, más bien, de abrir las llaves del agua de la regadera, buscando que tengan una temperatura agradable. Mas Lu Han odia ser ignorado y sus caricias se vuelven más insistentes, como sus besos y, entonces sí, sus dientes lo amenazan con morderlo.

—Acaba de estar con Wu Fan —le recuerda, sin celos, pero un poco irritado por la incapacidad de Lu Han de entender que “no es no”.

—Hace muchísimo que no estás conmigo, hace muchísimo que no sales de caza conmigo y ya casi he olvidado esa expresión en tu rostro cuando bebes de alguien… quiero verte.

Lo puede sentir en su espalda, caliente y dispuesto, tan dispuesto cómo él no lo está en ese momento, porque sus ganas de él no son tantas, y la necesidad de lavarlo merma la de poseerlo.

—Estás sudado —le sonríe, para minimizar el posible impacto de las palabras, y le toma la muñeca y se da vuelta para hacerlo entrar a la regadera. Sólo entonces se quita la camisa y toma la manguera para mojarle el cuerpo, para lavarlo con las manos.

No, a Lu Han no le bastan las manos que lo acarician completo con casi idolatría, que lo lavan como si se tratara de un niño sagrado, de un príncipe, pero Minseok lo mira con amor contenido, se deleita de su cuerpo y de poder lavarlo, de pasarle la esponja con suavidad y sacar de él los rastro de sangre seca, de semen. Él no se mueve mientras le talla los brazos, las piernas y entre las piernas, el abdomen y, cuando alza la mirada, poco le molestan sus ojos enojados, porque le besa los labios, medio acostumbrado.

—Antes no te importaba si estaba sudado —dice de pronto—, antes no te molestaba unírtenos… antes de convertirme, me miraban con deseo cada día, cada noche, cada minuto, y ahora soy sólo el muñequito que te entretienes limpiando, como otra de tus figuritas sobre el librero que bajas sólo para desempolvar.

Niega, porque no es verdad lo que dice.

—No tengo que tener ganas de estar en ti todo el tiempo para amarte, y tampoco tengo que acoplarme a la frecuencia con que ustedes dos deciden hacerlo —su voz es amable, pero su postura es firme—. Lo estás pensado demasiado.

—Lo hago… lo hago y quiero que me veas como entonces.

Lu Han lo toma del rostro y hace un intento por morderlo que el mayor evita empujándolo para dejar su cuello fuera de su alcance, mientras lo mira con un temple de hielo, la sonrisa que suele mostrarle, se borra mientras siente que tiene una guerra de miradas con el menor que mantiene su seño fruncido y parece dispuesto a arrojarse a su cuello en cualquier momento, cosa que él no le permitirá.

La manguera termina en el suelo de la regadera. Pensar que se está desperdiciando agua le pone ansioso y lo molesta más que la insistencia de Lu Han por, ahora acariciarle el brazo en invitación, ablandando sólo un poco la mirada. Odia el efecto que tiene sobre él…

—Nunca te había querido tanto como te quiero ahora.

Es ahora Minseok quien sucumbe, el que le habla suave y lo ve con amor… amor que para Lu Han nunca ha sido suficiente si no hay besos, si no le está arrancando la ropa o le está atacando el cuello. Duda que su hermosa creación, su vampiro, entienda lo que es amor de verdad y le duele tanto como la mirada sobre él, la que no le cree, la que se siente herida.

—Entonces es que te aburriste de mí.

No quiere hacerlo, pero la idea le causa gracia, y se ríe ligeramente y en un ánimo más bien cansado porque le parece como si hubiera tenido una larguísima discusión en silencio, un silencio que les duró apenas unos segundos cuando lo miró molesto.

—No estoy aburrido de ti —le asegura, porque sabe que lo hace enojar sin ser su intención—. Sigo viéndote tan hermoso y deseable como siempre.

¿Cuántas veces se lo ha asegurado en esa voz llena de sinceridad? Sí, es verdad que se ha acostumbrado a su belleza, a su presencia, pero eso no quiere decir que sea incapaz de apreciarla cada tanto. No tiene que hacerlo con él para reconocerlo bello, lo que es más, mientras le lavaba, lo pensaba, lo recorría, quizás, más a consciencia de lo que lo que solía hacerlo cuando estaba con él como su amante. Nada ha cambiado en su cuerpo desde que lo convirtió hace 29 años, sigue precioso e inalterable.

—Me parece que quien está aburrido eres tú.

Se distrae para tomar de nuevo la manguera, ahora que siente su amenaza minimizada porque, supone, el mismo Lu Han ha perdido las ganas de cualquier cosa remotamente sexual con él en ese momento, así que puede volver a encargarse de lavarlo, de contemplarlo como a esas pinturas antiguas, hermosas para siempre, pero sin su desgaste.

Lu Han se ha rendido a la que Minseok está casi seguro traduce como indiferencia de su parte… Sabe que le molesta ver que nada cambia más allá de los muebles, reconoce esa etapa donde se cae realmente en la cuenta de lo molesto que es el desfase entre cuerpo y mente, pero es eso, una etapa, como en los no-vampiros es la adolescencia, ya la pasará y, al mirar atrás, verá lo hueco de esa frustración.

—Lo que necesitas es salir, volver a convivir con los no-vampiros, en lugar de sólo alimentarte de ellos.

Se acerca a él y lo besa suave en los labios, sin recibir respuesta de su parte, pero no se enoja, ni se irrita, sino que continua su tarea de lavarlo, haciendo uso de la paciencia que siempre ha tenido para él y sólo para él. Le hace extender el brazo y le besa el dorso de los dedos que antes uso para limpiarse mientras lo mira a los ojos con una sonrisa que espera borre de los ojos del ángel el enojo y la tristeza abrumadora que lo hacen sufrir también.

—Es tiempo de olvidar las malas experiencias y volver a ser mi Lu Han.

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