- Título: Polilla
- Género: Hurt/Confort
- Número de palabras: 826 palabras
- Descripción: ¿Quién quiso que fuera yo la polilla que choca insistentemente contra la luz del foco sin poder llegar a él? ¿quién se deleita en mi dolor?
- Parejas: Kray unilateral y LuLay sugerido
PoV Lay
La calle es amplia y oscura, no importan las luces, para mí es oscura, pero quizás es sólo porque no estoy de humor para apreciar su color, quizás es que no quiero hacerlo, que simplemente… quiero pensar que es oscura porque si la pienso luminosa, si considero suficiente lo bonito que es el color de la luz mercurial sobre la acera y que es casi cálido, me sentiré reconfortado y puede que hasta un poco feliz.
Pero no quiero sentirme feliz, quiero abrazarme a este dolor y a este desdicha por un momento y llorar sin importar si alguien me ve porque ahora mismo duele y quiero… que siga doliendo para confirmarme que no eran mentira estos sentimientos, que cuando dije “te amo” lo dije en serio.
Quiero gritar y sollozar y tirarme al piso y golpearlo hasta que me sangren las manos, y apretar los puños hasta que mis uñas queden gravadas en mis palmas y berrear hasta quedarme sin voz, que me arda la garganta y me duela el cuerpo como me duele el alma a ver si me olvido de ella.
¿Quién quiso que fuera yo la polilla que choca insistentemente contra la luz del foco sin poder llegar a él? ¿quién se deleita en mi dolor?
No tú, seguramente, no cuando me mirabas con esa… esa mirada de lástima y también profunda pena y dolor mientras me decías, con inexistente elocuencia que no podía ser, que tenía que estar bromeando. ¡De todas las formas no pudiste al menos buscar una que sonara más inteligente! ¡Una menos cliché! ¡Por el amor que te tengo y la amistad que hemos llevado, al menos por eso pudiste esforzarte un poco!
No puedes hacer saber de esa forma a alguien que no correspondes sus sentimientos…
Prefiero ser la carta hecha bolita, la carta hecha añicos, la carta rota y abrasada antes de ser la carta ignorada sobre la mesa, por quien niega su existencia y no quiere reconocer su nombre en ella.
¿Por qué no soy la carta quemada! ¡La carta quemada al menos tiene el consuelo de dejar de existir! De consumir su tinta en las brasas y sus sentimientos en calor, que no es calor de amante pero es calor al menos.
Yo te quiero todavía tanto…
Al menos me has prometido no estar cuando yo vuelva y, aunque en ese momento sólo lo vi como rechazo, ahora lo abrazo como un acto de piedad. ¡Tengo que dejar de pensar las cosas en este tono oscuro! Pero es que me duele tanto y tan dentro que… si la oscuridad sirve para cubrirlo todo, quiero que me cubra a mí también y a las lágrimas y al dolor y al desamparo que siento.
¿Pero qué esperaba? Yo debí saberlo… yo debí haberme quedado callado, iluso e idiota, imaginando lo dulce de las posibilidades que yo mismo he hecho me hagas ver inexistentes…
Quiero ocultarme en lo oscuro, quiero cerrarme en el negro. Quiero encontrar consuelo en el no saber más de mí que puede ofrecerme el sueño… si es que no decide ser cruel y hacerme soñarte como siempre te sueño…
No quiero el beso ilusorio nunca más. No quiero la posibilidad falsa, no quiero la fantasía…
Te quería a ti…
Todavía te quiero tanto…
La luz me cala en los ojos cuando entro y los cubro y cubro su rojo y mi vergüenza y mi derrota, pero él la ve, porque sabía, porque conocía mi corazón anhelante y ahora, reconocerá su dolor también, porque una mejor respuesta hubiera supuesto un júbilo que soy incapaz de fingir…
Las lágrimas que lloro no tienen nada que ver con la felicidad.
Cuando él me toca, cuando se acerca preocupado y me limpia las lágrimas alzando las manos, mi boca suelta palabras que no pienso:
¿Me amarías esta noche?
Y su sonrisa es hermosa y perfecta, perfectamente complaciente y triste mientras me acaricia el cabello y me besa las mejillas que imagino saladas por causa de las lágrimas.
“Todas las que quieras”.
Y todas las que quise a partir de entonces las pase en su habitación, en su cama, bien entre sus piernas o bien debajo de él. ¿Importa conservar la virginidad si no podrás entregarla a quien quieres?
No, no importa, no tiene nada de preciosa, la primera vez es lo mismo que cualquier otra, como cualquiera es lo mismo si no eres tú…
No me importa más nada…
Me importará, tal vez, un día, y me dolerá todo lo que he hecho y todo lo que he dado sin pensar… pero no hoy, no ahora. Quizás nunca…
Si no me amabas siendo blanco, puro y nuevo, ¿cómo me amarás ahora?
¿Quién me mandó buscar el calor del fuego en remplazo y compensación por la frialdad con la que me ha rechazado el cristal del foco? ¿Quién decidió que fuera la polilla? Sólo yo… nadie más que yo mismo me ha arrebatado la posibilidad de ser correspondido.
