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[TaoRis] Letológica

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1[TaoRis] Letológica Empty [TaoRis] Letológica Mar 15 Mayo 2012, 4:05 am

Princesa Durazno

Princesa Durazno
Admin

  • Título: Letológica
  • Género: Romance
  • Número de palabras: 6,101 palabras
  • Descripción: La primera vez de Tao y Kris juntos.
  • Notas del autor: "Letológica es la condición de no poder recordar la palabra o nombre de algo momentáneamente."

Wu Fan es uno de los que más se preocupan en el grupo, se toma muy enserio su papel de líder, pero no es algo que sea sólo para las cámaras, de verdad… se preocupa al extremo de detalles. Puede parecer un poco distraído a veces, pero lo cierto es que siempre está pensando en algo, en lo que debe hacer, en lo que se supone que debe decir, en hacer las cosas bien. A Tao le da risa, a veces, pero también extrema ternura.

Lo adora, así de fácil. Quererlo, querer a Wu Fan, a Kris, o cualquiera sea el nombre que quieran darle, nunca ha sido una complicación para él, se ha dado natural, porque el espíritu protector del mayor ha dejado que las cosas se den… aunque es ése mismo el que a veces los hace tomar pausas.

Pero, después de meses de parar, conteniendo las ganas de más, de besos, de seguir, de baños fríos, lo han decidido.

Intentaron desvestirse mutuamente, pero desistieron después de deshacerse de las chaquetas y los suéteres. Tao no podía contener una risita nerviosa cada que empezaba a subirle la camisa interior al mayor y a Wu Fan le temblaban las manos tratando de quitarle el cinto.

Desesperado, no, más bien apenado a muerte, Wu Fan le grita a Tao que no se ría, pero sólo consigue que la que había sido una risa ligera se vuelva un poco más escandalosa. Niega con la cabeza y desvía la mirada mientras le toma un esfuerzo épico no reírse también.

Tao lo besa en el cuello, poniéndole ambas manos en los hombros antes de empujarlo ligeramente lejos de él. Le ofrece “cambiarse” en el baño para que él pueda desvestirse a gusto en el cuarto. Wu Fan suspira, derrotado, y sólo por eso asiente, porque el beso le da cosquillas y le eriza el cabello de la nuca y un poco la espalda.

Se obliga a respirar hondo y exhalar por la boca para calmar a su acelerado corazón mientras se quita lo que le queda de ropa. Tan preocupado estaba de calmarse, que se olvida de la pena, como si realmente estuviera solo y nadie fuera a verlo.

Recoge la ropa en el suelo y la dobla, porque le da pena que Tao la vea así nada más, y la deja a un lado de la cama rogando, medio consciente, medio inconscientemente, que Tao salga rápido, antes que él empiece a sentirse raro y con la necesidad de cubrirse porque no es de los que le guste andar mucho tiempo desnudo.

Oye la puerta a su espalda y voltea desde el lado contrario de la cama a donde se encuentra el menor. Ve su rostro enrojecido antes que su cuerpo. ¿Es muy malo si baja la mirada? Quiere ver pero, ¿es muy rudo? Tao parece tener un problema similar con él, porque se mantiene mirándolo al rostro, mordiéndose los labios.

Pero un movimiento con la cabeza, un pequeñísimo asentimiento, expresa el permiso para que lo mire. Para que vea sus hombros ligeramente tensos, su torso desnudo como… todo lo demás debajo. Lo que hace que sea tiempo de Wu Fan de sonrojarse por sentir curiosidad y necesidad de mirar esa zona específica de su pelvis por más tiempo, con más detenimiento, con algo de morbo que lo hace sentir mal por un segundo, sólo hasta que se recuerda que es bastante natural.

Casi puede acariciar las piernas del menor con su mirada, o así lo siente. Le dan cosquillas en los dedos cuando lo piensa y se acerca más a la cama, se sube en ella y gatea para acortar distancia, y automáticamente se siente expuesto al estar en cuatro sobre sus rodillas y manos, pero ignora lo mejor que puede el sentimiento para terminar de recorrer el camino de la cama hasta la orilla contraria, donde se sienta al borde.

Tao lo mira atento, sin decir nada, luego desvía la mirada para no cohibirlo y exhala de nervios y placer, tal vez, cuando siente la punta de los largos dedos de Wu Fan acariciándole los muslos por los costados, desde poco más arriba de las rodillas hasta la cadera. Luego pasando por la parte de atrás, esas mismas yemas le acarician las nalgas y Tao no sabe como reaccionar al roce. No es que no lo haya tocado antes, pero no puede decir que sea los mismo con o sin ropa, porque no es.

Cuando baja más por sus muslos por la parte trasera, él se hace un paso para atrás y Wu Fan alza la vista para verlo, sonrojado y hermoso, con los ojos con apenas un ligero pánico. El mayor se preocupa, pero luego entiende. Cuando baja de nuevo la vista nota que el menor empieza a excitarse.

Tao se cubre el rostro con las manos y respira a través de ellas en su intento de calmarse, de bajar su excitación o, al menos, asegurarse a sí mismo que está bien, que es básicamente lo que se esperaba que pasara con él.

Wu Fan sonríe para sus adentros, menos nervioso ahora, o eso cree.

Se pone de pie, frente a él, le toma las manos para hacerlo quitárselas del rostros y, en algo que reconoce como un impulso, pone las manos de Tao sobre él, sobre sus hombros desnudos y lo invita a recorrerlos, soltándolo despacio.

Tao baja un poco la mirada y asiente. Se hace un paso atrás para poder tener mejor vista del mayor mientras le pasa las manos por los brazos. Wu Fan había olvidado que también debía dejarse ver, pero, luego de aclararse la garganta que siente se le cierra de puros nervios, lo permite todo, mirando al techo para distraerse de donde sea que ponga la vista el menor.

Cierra los ojos cuando siente sus dedos pasarle por el torso, por el pecho. Respinga un poco cuando le pasa los dedos por las tetillas y Tao se disculpa por reacción, bajando sus manos por el abdomen del más alto, que se tensa ante su tacto y Wu Fan reconoce en carne propia la pena de Tao de no hace mucho, porque sus roces lo hacen reaccionar un poco también.

Tao se ríe bajito y breve, descansa sus manos en su pecho y le pega al frente al hombro, antes de dejar allí un pequeño beso. Está feliz, nervioso, apenado, pero feliz y no puede explicar por qué, ni puede vocalizarlo. Ese beso en la clavícula es su forma de hacérselo saber a Wu Fan y el mensaje llega fuerte y claro, al parecer, porque lo hace sonreír y besarlo en el borde de la oreja antes de abrazarlo tímidamente por la cintura, sin animarse a acercarlo demasiado.

Se quedan así unos momentos, desnudos y quietos, apenas tocándose mientras se acostumbra a la desnudez propia y ajena.

El primero en moverse es Tao, con una caricia que sube suave de su pecho a sus hombros y baja ligeramente por parte de la espalda y los brazos de Wu Fan. Se para al frente de él, alzando el rostro para preguntar tímidamente, en voz muy baja y al oído, si debería recostarse. Wu Fan asiente incluso antes de procesarlo, pero no se arrepiente de su reacción cuando ya la piensa.

Lo suelta lentamente, con una caricia mientras lo deja apartarse de él para recostarse en la cama, lo ve acomodarse, no sin antes parecer dudar sobre si debe o no retirar las sábanas. No lo hace y lo cierto es que a él no le molesta.

El menor respira hondo y exhala al acomodarse boca arriba, con la cabeza en la almohada, que luego quita y deja a un lado, aunque le tienta abrazarla. Deja sus piernas separadas, con las rodillas ligeramente flexionadas. Mira al techo y piensa en yoga para evitar los nervios.

Wu Fan, en tanto, repasa en su cabeza las cosas que ha leído, que ha pensado y abre el cajón de un pequeño escritorio en el cuarto para sacar un botecito con un diseño elegante de color rosa y se asegura de colocarlo cerca de la cama, de tener fácil acceso a él. Tao lo ve de reojo y sonríe. De pronto las momentáneas dudas no existen, así que lo invita con una mano a acercarse.

El mayor pasa saliva antes de animarse también. Apoya una rodilla en la cama y ve el colchón hundirse un poco bajo su peso, un detalle al que realmente nunca le había prestado tanta atención como en ese momento. Odia el rechinido ligero de los resortes y quizás lo dejó ver en su expresión, porque cuando vuelve el rostro al de Tao, él menor no parece muy contento con su atención dispersa. Él sólo atina a sonreír aceptando la culpa y pidiendo silenciosamente disculpas en ese único gesto.

Una vez que tiene ambas rodillas sobre la cama, estando entre la piernas del menor, suspira, como si se preguntara internamente “¿y ahora qué?” y repasa todo otra vez, lo más rápido que puede, porque sabe que su indecisión poner ansioso a Tao, que lo observa con ligera aprensión.

Wu Fan teme hacer algo terriblemente mal, así que va con cuidado, tentando el terreno, tomándose su tiempo antes de actuar.

Las manos le tiemblan mientras le ve las piernas y Tao le susurra, tan bajito como puede sin que deje de ser audible, que no se preocupe.

Él asiente y se decide a acariciarle las pantorrillas. La sensación es rara a sus dedos, pero supone que para Tao debe ser aún más… ¡no que sea mala! Es placentera, sólo… no la usual, y parece tratar de comunicárselo al menor con la mirada y, cuando le sonríe asintiéndole, cree que de verdad puede leer todo lo que piensa, y eso lo hace a él mismo sonreír y bajar un poco la mirada para seguir acariciándolo, más confiado, más concentrado en disfrutar y recordar la sensación de eso… sus pantorrillas, sus piernas, cada músculo en sus muslos fuertes y luego la línea de su cadera, el hueso, los músculos del abdomen y los costados…

El rostro de Tao con los ojos cerrados por un momento, apoyado en sus antebrazos, con la cabeza ligeramente echada hacía atrás.

Su cuello es especialmente tentador, por lo que lo besa, primero sólo superficialmente, ligeramente, sobre la manzana de Adán. El menor se sorprende, pero él sólo lo sabe porque tiembla y suspira poco después. Le ofrece más de su cuello en silencio y él acepta gustoso la posibilidad de besarlo desnudo, debajo de la mandíbula, el cuello, los hombros… Le muerde la piel de la clavícula que, resaltando, se le antoja.

Tao escucha su propio corazón en los oídos y siente, de nuevo, cómo su cuerpo se calienta, cómo la sangre va bajando a su pelvis. Se muerde los labios pero, cuando va a bajar el rostro para pedirle besos, Wu Fan empieza a hacer su propio camino de besos por su torso, bajando por su cuerpo, saboreando, como perdido en su mundo, lo que su piel tiene para darle. Y Tao no puede pensar en nada más erótico que esa vista… por ahora.

Wu Fan es majestuoso y lo deja sin aliento.

Se lame los labios porque los siente secos, faltos de atenciones, pero nadie se queja, menos cuando los besos húmedos del mayor llegan a esa línea de su cadera. Su piel está enrojecida, como los labios de Wu Fan.

Lo deja, no se atreve a interrumpir la manera en que esos besos redibujan el hueso de su cadera para que él empiece a interpretarlo de toda una nueva forma. Su lado derecho del cuerpo envidia tanto al izquierdo, aunque la mano en su muslo derecho ayuda a aminorar los celos, que renacen febrilmente cuando Wu Fan le toma la pierna izquierda desde abajo para poder besar el frente de su muslo.

Lo acaricia con los labios mientras lo recorre, explorando esas partes que por primera vez tiene oportunidad de besar directamente sobre la piel. Aun las que no son tan bonitas o llamativas, como las rodillas, le hacen pensar en lo íntimo del contacto de éstas contra los labios o la lengua que las saborea.

Baja por su pantorrilla acariciándola a su vez con la mano, apoyándose en la otra pierna del menor, su respiración está agitada y ansiosa de probar todo lo que pueda, dejando pequeñas mordidas en la canilla, en el empeine. Le toma la planta del pie con la mano y, literalmente, le besa los pies, o el pie, más bien. Y Tao no sabe qué hacer con su alma al verlo, al sentirlo.

El menor separa los labios con un suave jadeo que pretendía ser una queja, una petición por detenerse porque, ¿cómo? ¿cómo su amado duizhang estaba besando sus pies? Pero… El corazón le late tan rápido y Wu Fan se ve tan concentrado, tan metido en su tarea mientras lame el arco de su pie y le besa los dedos que… No, no podía siquiera hablar, sólo dejar esos pequeños sonidos de aparente queja que son más bien excitación, deseo, devoción por la imagen, por él, por todo él que a su vez le expresa devoción así…

La lengua cálida y húmeda del mayor es la que se encarga del camino de regreso arriba, dejando un rastro de saliva por su pantorrilla, mientras la mano hábil y grande del mayor toma la parte de atrás de la rodilla de Tao y, apenas ejerciendo presión con el pulgar contra la pantorrilla, él entiende que quiere que alce, desdoblando la rodilla, quedando con su pie por arriba de la cabeza de Wu Fan.

Pero los besos no cesan y bajan por la cara interna de sus muslos, y a él le dan escalofríos y casi cierra las piernas por reacción, y lo hubiera hecho de no haber sido por la mano que seguía apoyada en su pierna desatendida y celosa.

Besa tan cerca de su entre pierna…

Tao debe desviar el rostro porque es difícil ver más sin toparse con su propia excitación que lo avergüenza por erguirse tan poco respetuosamente frente al rostro del mayor.

¡Y esas mordidas!

Los antebrazos del menor acaban por desertar, no pueden más con la tarea de mantenerlo medio alzado y Tao se deja recostar completamente en la cama, asfixiado por las sensaciones que hacen a su corazón palpitar acelerado en su pecho, porque Wu Fan le muerde la cara interna de los muslos y todo él tiembla cuando siente la ligera succión en ellos.

Wu Fan le lame la ingle y Tao sólo recuerda su conversación previa sobre el sexo oral, lo renuente de ambos a practicarlo, porque a Wu Fan no le parece y aunque Tao le ha dicho que él podría, si el mayor quisiera, sabe que sigue en pie la negativa por parte del más alto: él cree que no podría hacerlo tomar “eso” en su boca y, aunque no sería un “hacerlo” como algo forzado y aunque él se lo ha hecho saber, están los besos, ¿cómo lo besaría después?

Así pues, sabe que no podrá sentir su lengua, sus labios o boca contra su intimidad, pero en ese momento, los imagina, puede hacerlo porque otras partes de su cuerpo los han experimentado y su imaginación lo traiciona, o lo bendice, es difícil saberlo.

El descanso viene cuando siente que Wu Fan acomoda la parte trasera de su rodilla en su hombro y él abre los ojos, que en algún momento cerró, para verlo. Alza la mano para acariciarle el rostro, la mejilla, lo que sea, necesita tocarlo. Tao necesita tocarlo y Wu Fan está tan receptivo, tan necesitado también de que le toque, que es ahora le mayor quien cierra los ojos ante el roce, inofensivo y aparentemente inocente.

Lo mira a los ojos un momento, con la respiración igualmente afectada, la pupila dilatada. Wu Fan sólo necesita acariciarle una de las nalgas para que Tao baje su mano tanteando al lado de la cama donde quedo el lubricante mientras siente la mejilla cálida contra su rodilla y el cabello que le da cosquillas.

Su mano se siente torpe cuando le pasa el frasco a Wu Fan, pero él no lo toma al instante… el miedo vuelve y lo hace, de nuevo, detenerse.

Tao lo mira con suplica y ligera desesperación que a vivía voz ninguno de los dos aceptará, como Wu Fan no podría poner en palabras su mirada preocupada, ligeramente aterrada ahora. ¡Pero se había sentido tan seguro!

Luego de suspirar, de calmar sus ánimos tanto como puede, recordando ser paciente porque no es sólo su primera vez, sino que también es la del mayor, estira su mano para acariciarle el cabello, para tratar de calmarlo, de asegurar que estará bien, sin palabras, porque son incómodas en ese momento, o, más que eso, innecesarias, de sobra.

Le besa la frente y agradece al yoga y al wushu que pueda moverse en esa posición sin problema. Luego le besa también el puente y la punta de la nariz y se aleja sólo para ver como su expresión se relaja y él sonríe y le besa ligero sobre los labios, porque no hay nada que temer, él confía… lo que no sabe es que esa confianza ciega es la que hace a Wu Fan más consciente, más cuidadoso, porque atesora esa confianza y no quiere perderla… Lo que él no sabe es que Tao no se la quitaría por un pequeño error.

Acaricia su nariz contra la de él y Wu Fan se calma, se fuerza a estar tranquilo porque Tao lo está y asiente, alcanzando de la mano del meno el frasco que él mismo había buscado, del que tantas veces leyó advertencias y que eligió con tanto cuidado. Lo abre sin querer pensarlo mucho, bajo la mirada curiosa de Tao y los besos que le deja en el cabello mientras.

Sin perfume e incoloro, deja correr el líquido ligeramente viscoso en sus dedos y comprueba que no es molesto al tacto, que no está frío, que no se siente pegajoso y Tao se ríe de él, pero lo deja.

Se echa para atrás de nuevo para darle espacio, y exhala antes de sonreírle, mirándolo a los ojos.

Wu Fan se acomoda, su mano limpia se apoya en la cama, sobre el hombro de Tao y sonríe aprensivo antes de empezar a acariciar con los dedos humedecidos en lubricante el canalillo entre las nalgas del menor y su entrada. Quiere preguntarle si se siente raro… pero el rostro sonrojado, especialmente sonrojado de Tao, le hace saber que seguramente sí.

Baja la mirada y la concentra en los labios que el menor se muerde, que toma como indicador, mientras lo relaja a su manera, con un suave masaje antes de aventurarse a introducir sólo la primera falange de su dedo medio en Tao. Se detiene, porque ve la especial presión en sus labios, y sólo mueve su dedo cuando ve que el menor los relaja.

Los pequeños movimientos circulares son lo que siguen, recuerda, mientras se anima a dejar entrar un poco más de su dedo. Agradece que Tao no esté tan nervioso como él, aunque eso lo haga sentir en ligera desventaja, lo alegra también porque así no estarán tenso, porque así no podrá lastimarlo.

Escucha que Tao le habla… en realidad, ve primero sus labios moverse y luego presta atención a su voz. Que deje de pensar en lo que ha leído. Eso lo hace sonreír y casi reír porque si pensaba en eso y que el menor lo sepa, lo avergüenza, pero lo hace feliz también.

Tao lo besa sobre los parpados mientras él continúa lo que debe de hacer, lento, acariciando su interior y apreciando la sensación como las otras, por su calidad de primera vez, por querer hacer suya cada parte de él y, cuando empieza a mover su dedo en un vaivén, es él quien se muerde los labios y cierra los ojos perdido un poco en la sensación que refleja, como antes había hecho Tao con los besos, lametones y chupetones que él le había dejado en los muslos, en su propia excitación.

Imagina esa estrechez rodeándolo, ese calor, esa ligera resistencia, que aumenta cuando él aumenta un dígito a la ecuación…

Los sonidos roncos pero bajos de la garganta de Tao le llegan a los oídos y, en esos pequeños impulsos que alientan los gemiditos, empieza a mover sus dedos en forma de tijera para dilatarlo lo suficiente como para sentirse confiado de sacar sus dedos de él.

Tao está bien.

Wu Fan acerca la almohada para ponerla debajo de la cadera del menor, lo sorprende por un momento, pero se lo agradece con una sonrisa a la que él sólo corresponde y asiente. Se pone en los dedos más del lubricante que cierra con cuidado y aparta. Deja a Tao acomodarse mientras él se prepara a sí mismo, apenado, tocándose para poder poner el lubricante sobre sí mismo y asegurarse de su dureza…

El menor no pudo evitar espiar, un poco al menos, las primeras caricias que se da el más alto, suprimiendo su propia vergüenza que se cruza con la curiosidad. Luego desvía la mirada para darle privacidad.

Cierra los ojos, sintiendo la punta de su miembro contra su entrada, la presión contra su piel y cómo su cuerpo cede a su paso, la punta del glande entra por completo y lo hace contener el aliento en un jadeo, en un suspiro. Pero Wu Fan no puede seguir. Se detiene, sobrepasado por la sensación que es, y no, como la imaginó, como lo que había sentido en sus dedos y, a la vez, incomparable con nada que hubiera hecho antes.

Apoya su otra mano en la cama, a un costado del menor, y Tao suspira y le acaricia los brazos, los hombros y el pecho, medio a ciegas. Le besa el rostro, dejando que se acostumbre, olvidándose de su propia incomodidad que es, a la vez, demasiado para él, no físicamente, físicamente está bien, es apenas molesto, pero emocionalmente… Es tanto que podría llevarle lágrimas a los ojos.

Está dentro de él…

Se queda quieto, salvo por las caricias que le deja en los brazos y espera hasta que Wu Fan se anima a continuar, a terminar de entrar, lento hasta el fondo.

Sus dedos se cierra en torno a sus bíceps, no se mueve, le da la oportunidad a él de ser quien decida cuándo, cómo, que sea en la inmovilidad que sus cuerpos se reconozcan, como en el abrazo que les permitió entender la piel y desnudez ajena… Lo siente en él como una de las más extrañas sensaciones, en zonas de su cuerpo que nunca había explorado y que, sobre todo, nadie había estado antes. Sólo Wu Fan podían llegar a esa parte de él.

Y el mayor, por su parte, experimenta también las nuevas y curiosas sensaciones de presión, de estrechez, de calor que lo hacen soltar un suave jadeo que bien pudiera ser sólo una exhalación, un gemido… es difícil definir el sonido tal cual es, como suena, como se siente en el pecho, en la garganta, en la boca. Lo está pensando, pero no le encuentra nombre, como no lo encuentra para ninguna de las sensaciones que experimenta.

Los dedos que se aferran a él… quiere besarlos, quiere colocarlos entre sus labios, quiere sentirlos en su rostro, en sus hombros, en su pecho. Lento, empieza a moverse, apenas un poco, porque la sensación sigue siendo poderosa y él sigue yendo con precaución de principiante, de amante cuidadoso.

“Amante” la palabra, cuando la piensa, le hace sentir escalofríos recorriendo la espalda. Es precioso y ahora es adecuada… Son amantes.

Abre los ojos y encuentra a Tao perdido en las que cree son sensaciones similares y antagónicas a las suyas, como lo es la imagen mental de cóncavo y convexo. ¿Parece sufrir? No… En sus ojos ve lagrimitas, pero una hermosa sonrisa en sus labios, como si hubiera pensado, recién, lo mismo que él.

Las emociones lo embriagan y acelera con cuidado, permitiéndose salir un poco más antes de entrar de nuevo y es recompensado por un sonido bajito y ronco… pero su estrechez lo atrapa y es él quien jadea, quien hace ruidos luego.

Se detiene, porque no sabe si esa es una buena o una mala señal, y Tao… su hermoso Tao que parece estar leyéndolo tan bien, le acaricia el rostro con las manos, el cabello y el cuello y los hombros y no necesita más para entender.

Sigue… se da permiso porque el menor se lo ha dado.

Tao lo rodea con las piernas, con algo de miedo y lo jala con ellas hacia él. Los dos arquean la espalda y se muerden los labios… Luego Tao se ríe y Wu Fan lo hace también, porque escucha su risa. El mayor se apoya mejor en los antebrazos, para estar más cerca, para poder besarle el cuello y la mejilla, y el menor lo abraza y le besa la oreja y la sien empezando a moverse con él, no muy seguro de cómo exactamente por su posición.

Tardan en acoplarse al ritmo del otro y por segundos es incluso incómodo, pero cuando lo logran, vuelve a ser placentero, mucho más que antes, porque entonces Tao puede sentirlo más dentro de él, y Wu Fan pierde el miedo a estarlo lastimando.

Tao recuerda cosas que vio en internet, documentándose, y trata de imitarlas moviendo su cadera en círculos y se sorprende de lo que eso causa en los dos, también de lo malo que puede ser no avisar o no esperárselo.

Pide perdón y Wu Fan sólo le repite que no importa con palabras entrecortadas, a veces en chino, a veces en coreano y hasta en inglés. Ya no se da cuenta de qué idioma usa, pero no importa, porque igual Tao no se da cuenta.

Bien podría estar hablándole en alemán y él creería entenderlo perfectamente por el simple sonido de su voz.

El menor araña, sin querer, la espalda de Wu Fan tratando de aferrarse a algo cuando da contra un punto en él que no conocía, pero del que ambos habían oído. El mayor lo toma como una buena señal, esta vez sin detenerse a considerarlo, porque la excitación puede más, y porque las uñas en su espalda, no lo ha pensado conscientemente, pero lo provocan aún más.

Es un poco más rudo, un poco más rápido, pero, de nuevo, nadie se queja. No podría, lo está disfrutando también.

Wu Fan baja su mano por el costado de él, acariciándole medio torpe, por los nervios, por la excitación, por todo, guiado sólo por su instinto que lo lleva a reposar su mano en su cadera, a tomarla más o menos fuerte y pasar así los dedos, apretados, por su muslo.

Cambia el ángulo, alza un tanto la cadera, acercando más las propias rodillas al cuerpo de Tao. Siente cómo hace que su cadera se despegue de la almohada y Tao no sabe si puede con las nuevas sensaciones. Su interior se tensa ligeramente por lo inesperado y placentero de la sensación y, para Wu Fan, no pasa desapercibida su reacción, no podría cuando el interior del menor se cierra entorno a él.

Sigue, pasional, aunque con dificultad... Deliciosa dificultad que ofrece la resistencia del otro cuerpo.

Tao entierra sus uñas en él y le hace arquear la espalda al tiempo que le provoca escalofríos. Wu Fan gime contra sus labios y lo besa, apenas, tanto como su respiración agitada se lo permite, siendo correspondido con la misma torpeza pero también con la misma devoción... Devoción que le saca lágrimas al más sensible. Que le roban lágrimas de felicidad al más alto también.

Cómo lo ama...

Cómo lo adora...

Las manos más pequeñas de Tao se entrecruzan detrás de la cintura del mayor mientras se bebe sus lágrimas en besos. La posición en la que están es perfecta para la primera vez, o al menos eso le parece: los protege de estar muy expuestos a la otra mirada, pero les permite verse los rostros, los mantiene terriblemente cerca... Sobrecogedoramente cerca.

Tao trata de balbucear el nombre de Wu Fan, pero no puede darle voz, Wu Fan igual no escucharía nada, el sonido de su corazón acelerado es muy insistente en sus oídos como para poder oír nada... Hasta que escucha el quejido.

Su cuello expuesto, cubriendo la garganta que emite roncos sonidos, es todo hermoso, todo perfectamente deseable, como su poseedor. De nuevo ese punto que hace a Tao abrazarlo con todo el cuerpo, aferrarse a él, como si quisiera enterrarse en su piel tan profundo como lo siente a él dentro.

El choque constante. Wu Fan siente por un momento que su corazón baja sus pulsaciones para seguir ese compás, luego, muy luego, pensará que ese pensamiento es un poco idiota, aunque romántico, “lindito”, y sonreirá cómplice si Tao lo mira por algo así. Pero ahora… ahora sólo existe ese golpeteo rítmico, desesperado y algo salvaje como la piel que siente se le va bajo las uñas el menor y lo hacen jadear y gemir de ligera locura, esa a la que sólo un placer así, sentimientos así, pueden llevar a alguien que se cree perfectamente cuerdo.

Lo olvida todo, sólo existe Tao.

Tao que no ve universo más allá de sus párpados y el hombre por quien en ese momento es todo y nada, al que ama y no sabe decirle palabra elocuente ante el gemido que indica su proximidad con el blanco, con el clímax, con el orgasmo poderoso, amable y salvaje, anhelado y que se había negado hasta ese momento.

Tan cerca, tan significativo.

Se muerde los labios tratando de aguantar, medio consciente. Un poco más, darle a su duizhang un poco más, otro compás, otro tiempo. Pero las sensaciones son demasiado poderosas, demasiado todo de lo que nunca habían sido, de lo que habían guardado los dos y ahora explotaba en su pecho como emoción y en su vientre bajo como testigo, como rezago y evidencia de todo, del momento, del tiempo, del amor y devoción, de la entrega y la necesidad, del deseo…

Es hermoso, es sobrecogedor… y ni siquiera puede darle voz. El grito, el jadeo, el gemido, su nombre, todos se le quedan en el pecho y Tao lo guarda, como guarda todo lo que hay ahora en él, cerrándose al rededor de Wu Fan, con espasmos del dulce orgasmo. Cerrándose a todo lo que no sea él y lo que de él viene.

Y es igual de inmenso el sentimiento en el lado contrario, en Wu Fan que siente todo en sus manos, en su intimidad, en su pecho; que le tiemblan las piernas porque cada mínima acción en el cuerpo ajeno lo hace localizar cada vena, cada chorro de sangre o inyección de deseo en sí mismo. El calor, el éxtasis, la incomparable sensación de “casi” y “a punto”…

Y el momento de luz que viene luego del movimiento que ha prolongado contra la estrechez del menor. El momento donde siente completa la unión para sí mismo, que sabe que está en él en más de una forma, que siente que lo llena y, a su vez, es llenado. Sabe que antes Tao se vació contra su piel caliente, lo sintió, sabe ahora que ha dejado todo de sí en él.

Por unos segundos, se olvida de cómo respirar, de cómo hablar, de cómo moverse o pensar. No hay nada salvo infinita paz, infinito amor del que ya no sabe el inicio y no puede verle final. Es todo eso, el mundo se desdibuja en esas declaraciones mudas, inmóviles, y luego en el temblor de sus cuerpos, de sus manos, de su voz, en el sonido del aliento agitado, de la respiración trabajada y difícil, de las sábanas medio revueltas.

Uno a uno los sonidos, el oído, la visión, los sentidos, vuelven.

Hay imágenes de nuevo más, allá de los párpados, y hay palabras más allá de sonidos guturales. Existe un mundo, pero es frío y el calor entre ellos permanece, así que no se apartan, es único e incomparable, es el momento, pero, además, es la persona. No una persona, “la” persona. Son ellos.

Wu Fan inspecciona el rostro del menor, calladamente, con sólo la vista, apoyado de nuevo con las manos contra la cama, aunque en principio los antebrazos le tiemblan y no parecen querer sostenerle. Tao parece disfrutar del negro, de la oscuridad serena que le ofrecen sus ojos cerrados, pero sonríe, porque siente su mirada, porque sabe que Wu Fan le dibuja en su cabeza con trazos finos y delicados con sólo mirarlo.

Juraría que puede sentir el lugar exacto donde van los ojos de Wu Fan.

Separa los labios, con ánimo de decir algo, pero las palabras… son todas insuficientes, así que se las ahorra, las deshecha por su inutilidad. Abre los ojos y el mayor, si pretendía hablar, sabe sólo que ya olvidó cómo. Él, el chico de las respuestas en las entrevistas, no sabe qué decir. Y a ninguno le sorprende.

Sonríe y muestra las encías, baja un poco la mirada, apenado, y un sonido como de inicio de risa se le escapa de los labios, y Tao lo imita, y pronto están riendo, bajito, sin razón más que pura felicidad, dicha…

Así que así se siente.

Luego los besos. Las manos que se buscan, porque Wu Fan quiere entrelazar los dedos con los de Tao, aunque parezca cursi, y Tao quiere acariciarle el rostro y darle besos en las mejillas mojadas de lágrimas pasajeras, sobre los parpados y en los labios cuyos labios extrañan.

Los dedos largos de Wu Fan se cierran en la mano izquierda de Tao, mientras su piel sólo se eriza y, a la vez, busca desesperada la mano derecha del menor que le acaricia la mejilla y el cabello.

Wu Fan piensa en las palabras “te amo”, pero a sus labios no le vienen decirlas, aunque el sabor dulce de la declaración se le antoja. Tao piensa “te quiero”, pero le parece obvio, y que decirlo, después de todo eso, es redundante e innecesario, como innecesaria es, para sí mismo, una confirmación por parte de aquel al que vuelca todos sus sentimientos. Sabe que la promesa, el compromiso, el sentimiento, es demasiado para simples palabras que quién entiende, quién define… pero tal vez ese es más bien un pensamiento de Wu Fan.

El mayor piensa que no quiere salir… pero lo hace, lento, ahora que siente que se ha ablandado un poco y Tao se estremece porque la sensación es extraña. Wu Fan le pide perdón, pero él le dice que sólo es raro. Ahora le entra el miedo al más alto y pregunta avergonzado si dolió, si lo lastimó. Tao niega y repite que “se siente raro”.

No deja de verle la preocupación y la culpa y lo regaña por poner esa cara.

Después de un breve silencio, en lo que le toma convencerse a sí mismo de que Tao no le oculta ninguna queja, Wu Fan se recuesta sobre él, con cuidado, apoyando la cabeza en su pecho y Tao sonríe para acariciarle el cabello con una mano y dibujarle circulitos invisibles en uno de los omóplatos con la otra.

Wu Fan cierra los ojos pesadamente, algo somnoliento y el menor le besa el cabello y le dice que duerma, pero él niega y alza el rostro. Le busca los labios y lo besa, suave y Tao le corresponde cada uno de los besos, los pequeños, los cortos, los superficiales, los entregados, los más profundizados, los más íntimos.

Ninguno sabe cuánto han estado encerrados, no saben si han durado “lo suficiente” o si estarán listos para hacerlo de nuevo pronto. No lo piensan, lo importa tanto, no ahora.

Pasó y fue hermoso y perfecto, más allá de cualquier cosa que pudieran haber imaginado, sentido, pensado o deseado. No podían haberlo pronosticado así, podían fantasear, pero en el momento fue todo diferente, un poco accidentado, un poco raro, un poco de todo lo que nadie puede calcular.

Fue su primera vez y la recordarán como tal. La primera de muchas, o de las que sea que vengan y, con ese pensamiento, se movieron de la cama, sin saber si para meterse dentro de las cobijas o para ir a ducharse.

Porque una primera vez va seguida de un montón de muchas “primeras veces” menos identificables, pero no menos significativas, que no requieren nombre, sólo ser.

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2[TaoRis] Letológica Empty Re: [TaoRis] Letológica Sáb 26 Mayo 2012, 1:01 pm

sabakuna-lucy

sabakuna-lucy

awww!! pero ke bonitoo!!! casi lloro yo tambien xD...Hehehe muy bueno me gusto me ha facinadoo!!!

que tengas un bonito diatardenochemadrugada I love you Very Happy lol!

http://sabakuna-lucy.deviantart.com

3[TaoRis] Letológica Empty Re: [TaoRis] Letológica Miér 08 Ago 2012, 11:40 am

Monkett

Monkett

Oh.
Eso fue... Oh.
Y no es porque sea lenta, pero me he tomado mi tiempo para leer esto, en cuánto leí el comienzo... He estado buscando esto desde hace mucho. *.*
No sé porque he visto (en general) que siempre Tao tiene el papel de niño inocente, que casi roza lo tonto, o es eso o es que yo me topado con ese tipo de fics. Como sea, me gusta como aquí se le ve (lee) tan seguro y asertivo. Y Kris, no es tan frío ni carente de emociones, sino al contrario, un manojo de nervios y emociones.
Realmente me agradó, y si bien no es de mis parejas favoritas, éste fic sin duda lo es. Smile
Seguiré viendo por ahí que otras cosillas encuentro...
Saludos! Wink

http://www.tumblr.com/blog/monkett

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